Ima Súmaj y el alma

Eduardo Dermardirossian
eduardodermar@gmail.com

No se sabe si vivió en algún tiempo. Tampoco si vivió fuera del tiempo. Si existió en algún lugar o si es una ilusión tardía. Quizá fue prostituta, o ángel, o fue la encarnación de una deidad del cielo. Acaso Ima Súmaj aun viva y tenga su morada en el alma tibia de los hombres, de donde despierta asaz para hurgar en sus sueños. Quizás no tenga casa pero visite las casas de los hombres y acuda a sus fiestas y a sus funerales y comparte sus vigilias y sus sueños.

Las comadres cuentan historias de Ima Súmaj.

Fue durante unos esponsales que Ima Súmaj acudió al templo, alojándose en el blanco vestido de la novia. La miraban parientes y vecinos sin ver lo invisible para ellos. El mismísimo novio la miraba con ojos extranjeros sin atinar a ver que su amada ya era presa del abrazo carnal de aquel fantasma. Qué fue de aquella novia, de sus sueños alados, qué de su pureza celada no se supo. Pero es cierto –contaron las comadres- que de la puerta del templo huyó la niña y sólo volvió tiempo después con hábitos tomados.

Una noche en que holgaban truenos y relámpagos Ima Súmaj vino hecha viento huracanado. Segó las mieses y derribó los árboles y destruyó los molinos y dañó las chozas de los labradores. Y los hombres maldijeron su suerte porque vieron que habían de padecer hambre y carecer de abrigo. Mas no cesó Ima Súmaj de soplar con rabia como si aquellos hombres merecieran castigo por culpas que ignoraban. Quién dispuso que el viento aquel soplara, por qué razón fueron privados del pan y de sus casas los hombres de aquel pueblo no se supo.

En ocasión que hablaba con su hermano acerca de las cosas de la casa, sin saberlo un hombre recibió a Ima Súmaj adentro de su alma y odió a su sangre tanto que de pronto asestó un golpe mortífero a su hermano, matándolo y riendo luego por ese resultado. Quienquiera haya buscado razones para ello vio frustrado su anhelo.


Ocurrió también que un labrador herido moría sin auxilio en medio del monte muy cerrado. Era falto de pan, de agua y de remedio y aprontaba su lecho de mortajas y encajes la dama sin destino. Y vino Ima Súmaj hecha una alondra, posándose en su herida hasta sanarla y dio pan de su pico al que yacía e hizo que lloviera para que él bebiera. Cómo fue que el ave le dio vida, cuál era su virtud y quién la enviaba no se supo.

También acontecieron otros hechos de una y otra clase. Encarnada de diverso modo Ima Súmaj estaba en todos ellos, mas nadie la había visto, oído, ni tocado. Habitaba en lugares recónditos del monte, del llano y las montañas, del mar y del desierto. Ima Súmaj moraba donde hubieran almas.

No se sabe si vivió en algún tiempo. Ni se sabe si vivió fuera del tiempo. Acaso sea en el alma tibia de los hombres donde Ima Súmaj tenga su morada.

De Último Testamento, Dermarte, Buenos Aires 2000.
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