La oración*

Eduardo Dermardirossian
eduardodermar@gmail.com

Era un devoto hombre de oración que peregrinaba de lugar en lugar para predicar la verdad que le había sido revelada. Fatigosamente recorría los senderos para decir la palabra de Dios a quien quisiera oírle. El hambre y el viento helado, las laceraciones de sus pies descalzos y el desdén de los incrédulos no hacían mella en su espíritu. Sabía que su misión era llevar el mensaje del Supremo para redimir a los hombres. Y el suyo era el único mensaje, su fe, la única verdadera.

Cierta vez, habiendo llegado hasta la ribera de un río, vio a un niño dando vueltas de carnero continuamente. Se detuvo a observarlo largo tiempo, y como el niño no cesaba de dar vueltas, le preguntó qué hacía.

-Estoy orando- fue la respuesta.

El devoto hombre de Dios quedó sorprendido. ¿Cómo podía alguien orar de tal manera? ¿Acaso no había sido instruido acerca de cómo hablar con el Supremo? El pobre niño debía ser aleccionado y para eso la providencia lo había puesto en su camino.

Y así es como ganando primero la simpatía del pequeño, trabajosamente logró enseñarle la oración ritual de los hombres de fe. La oración fue repetida para que el niño la recordara, y sólo cuando al caminante le pareció que el nuevo fiel ya no la olvidaría, dijo su bendición y partió.

Se hallaba a bordo de su barca en medio del río, cuando el peregrino oyó que alguien le llamaba a viva voz. Miró a sus espaldas y vio que el niño corría a su encuentro, pisando sobre las aguas sin mojar sus pies.

-Maestro, perdón por mi torpeza, pero olvidé el segundo párrafo de la oración. Por favor, ¿quieres repetírmelo?

Luego de observar conmovido la escena, el caminante comprendió.

-Ve hijo, y haz tus oraciones del modo que sabes. Ve hijo, Dios está contigo.

* Este cuento, que publiqué en mi libro “Ultimo Testamento”, me fue relatado por un amigo –hombre de fe- en su lecho de muerte, tras despedir a un ministro de otra religión que lo había visitado para procurar la salvación de su alma. Por eso tiene un sentido muy particular, sobre todo si se toma en cuenta que mi amigo era un hombre formado en la cultura medio-oriental.