El Maestro se defiende ante el juez

Cuentos de Nasreddín recopilados y anotados por Eduardo Dermardirossian

Su almuerzo consistió en dos huevos cocidos, un trozo de pan y una taza de té. Al disponerse a pagar por ello, Nasreddín supo que no tenía dinero. Fue por eso que en un descuido del posadero, se retiró del lugar disimuladamente.

Mas por ser sabio, el Maestro era un hombre honrado y pronto obtuvo dinero y se apersonó al posadero para pagarle. Como éste le pidiera un precio exorbitante con el argumento de que durante el tiempo transcurrido los huevos ya habrían dado robustos pollos, Nasreddín se negó a pagar.

El posadero llevó la cuestión ante el juez, que citó a las partes. El demandado llegó a la audiencia lo bastante tarde como para recibir un severo reproche del magistrado.

-Mi demora se debió a que estuve sembrando trigo cocido en mis tierras- se excusó el Maestro.

-Siendo tú labrador bien sabes que el trigo cocido no podrá dar frutos- arguyó el juez con seguridad.

-Y bien -contestó Nasreddín- el posadero me demanda sosteniendo que los huevos cocidos podrían dar pollos. De modo que sembrar trigo cocido no debiera parecer disparatado.


Nota: Las contiendas entre los hombres suelen ser ajenas a la razón y también al corazón. El ingenio y la chanza lo ilustran con más justeza que las sesudas reflexiones de los adustos jueces, porque ninguna lucubración supera la verdad que se manifiesta por sí misma. El Maestro Nasreddín ha sido un predicador de la inocencia como atributo que excluye el castigo. El de los hombres y el de Dios. Y es ello lo que más atrae en sus cuentos y en sus chanzas. Habrá que decir -a no olvidarlo- que fue hombre de honda fe religiosa. E. D.